En caso de que tenga suficientes dotes como para seguir el camino ascendente,
un peligro difícil de eludir acecha al alumno en su avance hacia la maestría
artística. No es el perderse en vana presunción -porque el oriental no tiene ninguna
predisposición a ese tipo de egolatría- sino el detenerse en lo que sabe, convalidado
por el éxito y exaltado por la fama. Vale decir, el peligro de comportarse
como si la existencia artística fuese una forma de vida por derecho propio, acuñada
y aprobada por ella misma.
El maestro lo prevé. Cautelosamente y con los recursos psicológicos más
sutiles trata de prevenir a tiempo y de liberar al alumno de sí mismo. Lo consigue
señalando como al pasar y como si en realidad no fuese digno de mención, y refiriéndose
a la propia experiencia del discípulo, que toda genuina creación es posible
únicamente en un estado de auténtico desprendimiento de sí mismo, en el cual el
creador, por lo tanto, ya no puede estar presenté como "él mismo". Sólo el
espíritu está presente, una especie de vigilia que precisamente carece de ese matiz
de "yo mismo" y que por ende penetra sin límites en todas las vastedades y honduras,
"con ojos que oyen y oídos que ven".
Así consigue el maestro que el discípulo pase a través de su propio ser. Y
éste se vuelve cada vez más receptivo, de suerte que el maestro puede hacerle ver
algo de lo cual ha oído hablar muchas veces, por cierto, pero cuya realidad sólo
ahora llega a serle tangible, en virtud de sus propias experiencias. No importa qué
nombres le da el maestro o si le da nombre alguno. El alumno lo comprende,
aunque permanezca callado.
“ZEN EN EL ARTE DEL TIRO CON ARCO”
Eugen Herrigel (Bungaku Hakusi)
1 comentario:
Permanecer callado,muchas
veces es la mejor muestra de
conocimiento.
Tus obras sumadas a los escritos
son doble placer. Saluda Liliana.
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